En otro de mis blogs, Derecho a réplica, una entrada alcanzó
más de dos mil seiscientas visitas. No estoy acostumbrado a esos números, quizá
mi mejor entrada después de esa tenga setenta vistas (para ser precisos, 69,
número cabalístico), y eso me daba alegría.
¿Cuántas novelas he vendido? El tiraje de
Furia en Abril fue de mil ejemplares,
y puede haber más de 600 en las bodegas de la UAM; yo tengo probablemente 100
libros. Números modestos. La vida simple…
Me dieron 100 ejemplares, y del resto del tiraje no sé nada. Números pobres. Veo que Furia en abril se anuncia en línea, en Alibris, dedicada a la venta
de libros nuevos y usados; lo mismo encuentro esa novela en la biblioteca de Brown University, en Rhode Island (extraños
caminos, y en los siguientes temas: Women > Violence against > Mexico
> Ciudad Juárez > Fiction). Ciudad Juárez… Su imaginación se fue algo
lejos de aquí.
¿Cuántas visitas tiene Baba Norte?, la revista que parimos
algunos aquí en la Baja. Algunas decenas, calculo.
Así que una sola entrada en un blog casi
personal tuvo una magnífica acogida, seguramente gracias a la sugerencia de un
amigo a través de Facebook, y la lectura se hizo… El poder de las personas con
carisma.
Pero… ¿eso es lo que deseaba que leyeran?
Naturalmente, lo escribí para que fuera leído, pero, ¿estaba pensado para unos
millares de lectores? Reviso mis textos y encuentro más de una docena que
verdaderamente me entusiasmaron, pero ah cabrón, quería yo quejarme de las
ideas necias de algunas personas en esta ciudad pequeña, y anda que me
escucharon. El tema no importa en este espacio (ya lo dije en el otro), pero sí
que hubo hasta quien se quejó de la imagen que le adosé… Más ojos son más
maneras de entender no sólo el texto.
No es trivial, no en la vida de un
escritor poco leído; parece absurdo, más aún cuando en otros espacios me
quejaba de… De la falta de lectores, sí. ¿Esto presagia más ideas de ida y
vuelta? No parece, de esos miles, sólo algunos comentaron en diferentes foros,
algunos otros compartieron, la gran mayoría leyó en silencio; si hubo
exclamaciones, si hubo quejas agrías, disgusto o gusto, queda entre el lector y
el texto, y entonces reflexiono sobre el acto íntimo de la lectura.
Espero no me pateen el rostro alguna
noche de esas que me escapo, perro, de casa… que me tope con algún resentido,
algún mal lector, o mejor aún, un buen lector que desenmascare mis cojeras
literarias.
O quizá esa inusual tropa de lectores sea
simplemente una ilusión, un momento de desvarío colectivo que, inocuo, es un
buen tema para reír con los amigos lectores de toda la vida. Como sea, los
escritores raramente seremos como los futbolistas, probablemente más cómo los árbitros,
y creo que es preferible.
Ya con los días, estoy seguro, se irá aplacando el polvo, y todo volverá a la normalidad, a la crítica sencilla, al entusiasmo de un lector a la vez, y voltearé de nuevo a otros lados.
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