martes, 24 de mayo de 2016

Regresiones




En otro de mis blogs, Derecho a réplica, una entrada alcanzó más de dos mil seiscientas visitas. No estoy acostumbrado a esos números, quizá mi mejor entrada después de esa tenga setenta vistas (para ser precisos, 69, número cabalístico), y eso me daba alegría.

¿Cuántas novelas he vendido? El tiraje de Furia en Abril fue de mil ejemplares, y puede haber más de 600 en las bodegas de la UAM; yo tengo probablemente 100 libros. Números modestos. La vida simple… Me dieron 100 ejemplares, y del resto del tiraje no sé nada. Números pobres. Veo que Furia en abril se anuncia en línea, en Alibris,  dedicada a la venta de libros nuevos y usados; lo mismo encuentro esa novela en la biblioteca de Brown University, en Rhode Island (extraños caminos, y en los siguientes temas: Women > Violence against > Mexico > Ciudad Juárez > Fiction). Ciudad Juárez… Su imaginación se fue algo lejos de aquí.

¿Cuántas visitas tiene Baba Norte?, la revista que parimos algunos aquí en la Baja. Algunas decenas, calculo.

Así que una sola entrada en un blog casi personal tuvo una magnífica acogida, seguramente gracias a la sugerencia de un amigo a través de Facebook, y la lectura se hizo… El poder de las personas con carisma.

Pero… ¿eso es lo que deseaba que leyeran? Naturalmente, lo escribí para que fuera leído, pero, ¿estaba pensado para unos millares de lectores? Reviso mis textos y encuentro más de una docena que verdaderamente me entusiasmaron, pero ah cabrón, quería yo quejarme de las ideas necias de algunas personas en esta ciudad pequeña, y anda que me escucharon. El tema no importa en este espacio (ya lo dije en el otro), pero sí que hubo hasta quien se quejó de la imagen que le adosé… Más ojos son más maneras de entender no sólo el texto.

No es trivial, no en la vida de un escritor poco leído; parece absurdo, más aún cuando en otros espacios me quejaba de… De la falta de lectores, sí. ¿Esto presagia más ideas de ida y vuelta? No parece, de esos miles, sólo algunos comentaron en diferentes foros, algunos otros compartieron, la gran mayoría leyó en silencio; si hubo exclamaciones, si hubo quejas agrías, disgusto o gusto, queda entre el lector y el texto, y entonces reflexiono sobre el acto íntimo de la lectura.

Espero no me pateen el rostro alguna noche de esas que me escapo, perro, de casa… que me tope con algún resentido, algún mal lector, o mejor aún, un buen lector que desenmascare mis cojeras literarias.

O quizá esa inusual tropa de lectores sea simplemente una ilusión, un momento de desvarío colectivo que, inocuo, es un buen tema para reír con los amigos lectores de toda la vida. Como sea, los escritores raramente seremos como los futbolistas, probablemente más cómo los árbitros, y creo que es preferible.

Ya con los días, estoy seguro, se irá aplacando el polvo, y todo volverá a la normalidad, a la crítica sencilla, al entusiasmo de un lector a la vez, y voltearé de nuevo a otros lados.


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