sábado, 18 de junio de 2016

La calor





¿Cómo nos moldea el ambiente?

Los próximos días habrán temperaturas de más de 48 grados Celsius en Mexicali, y aquí pasarán de 30. Una considerable diferencia en los números, y que sin embargo, perturbará nuestra vida.

Somos animales que se establecen en un amplio rango de temperaturas, gracias a la tecnología y a la misma disposición de nuestros cuerpos. Nuestra distribución es amplia. Pero, ¿cómo responde nuestro humor, por ejemplo, al calor, o nuestra sexualidad, o nuestra manera de entender la vida?

La gente de Mexicali me parece honesta, franca, divertida; dicen la gente de los países nórdicos tienden a la depresión; en Tabasco, con su calor intenso y húmedo, hablan de las mujeres “tumba hombres”, eso quiere decir: ¿una disposición de los hombres a ser “tumbados”?, o ¿qué las mujeres tienen una disposición especial para relacionarse con varones comprometidos?”; a veces se refieren a las mujeres como de “tierra caliente”, pero, en todo caso, eso afecta de igual manera a los hombres (parece lógico, ¿es así?); la gente de Ensenada (en términos generales, claro), me parece más encerrada en sí misma, desconfiada; en el sur de Estados Unidos floreció el racismo, en el norte se gestó la abolición de la esclavitud.

Debe haber tonelada de información antropológica de cómo afecta el clima nuestra manera de concebir al mundo. La ropa en lugares cálidos es ligera, y los ojos se acostumbran a las piernas, a los brazos descubiertos, a los escotes; aquí me resulta imposible ir en pantalón corto al trabajo: básicamente me lo prohíben. Enseñar los dedos con guaraches es impensable.

Los niños crecen sin zapatos en lugares cálidos, aprenden a andar descalzos, a cuidarse de los alacranes… Eso incide en sus vidas adultas. Hay cierto desparpajo en la lucha contra los calores: un entendimiento de que la manera de asustarlos es variada y transforma la vestimenta. Sin embargo, en países desérticos, medio orientales, la ropa te cubre todo el cuerpo: también en respuesta al cuidado ante el medio (y la pérdida de líquidos).

Estar en la playa es andar en ropa interior (bikini o bañador), sin problemas, pero a penas te mueves unos kilómetros al norte (incluso al sur), y ya puede resultar escandaloso.

La desnudez no es igual para todos. Las culturas africanas le tienen poca estima a la ropa, e infinidad de culturas prehíspanicas, y de todo el mundo. Nosotros protegemos nuestras nalgas, nuestros aparatos reproductivos (“aparatos”, con sus engranajes hormonales), con mucho cuidado; muchos gringos, gringas, premian con una visión saltarina de sus senos a los espectadores, o a quienes les regalan baratijas en Mardi Gras, en la Nueva Orleans. ¿Todo ello es en función de los calores? No sería recomendable que lo hicieran las mujeres y los hombres en Alaska, o en Groenlandia.

Y si enseñamos más de nuestro cuerpo, ¿eso se refleja en nuestra sexualidad? ¿Es más feliz quien se desnuda completamente, es más pleno quien no se deja los calzones? En la tradición judeocristiana enseñar no es bien visto, es decir, enseñan las prostitutas, las mujerzuelas… No hay el término hombrezuelos, o prostitutos, ¿a qué se debe esa omisión? El cuerpo es el templo de Dios, y hay que darle una santa cobertura.

En la naturaleza domina brutalmente la desnudez. Hay que ver a esos elefantes con sus enormes miembros colgando para entender su felicidad sin censura.

Volviendo a los calores… Se sabe que existe una correlación entre clima e iniciación de la pubertad, y eso, por supuesto, cambia la manera de entender el mundo de los adolescentes, pero, ¿hasta dónde llega esa revolución física, hasta qué años? Y, ¿por qué se asocia la flojera con las altas temperaturas? Los futbolistas brasileños, brillantes, ¿se topan con la naturaleza sus cuerpos moldeados al calor del trópico?

Bueno, más preguntas que respuestas, y todo gracias a los 32 ºC que se esperan mañana en Ensenada.

sábado, 11 de junio de 2016

Agentes literarios





Sólo una persona me ha dicho que necesito un agente literario. En mis rumbos nadie tiene uno de esos, ni sabemos cómo funcionan, pero suena a que hacen investigación de campo. Hoy contacté a una agencia en Barcelona que amablemente respondió:

Le damos las gracias por ofrecernos la oportunidad de conocer su obra, que leeremos con el mayor interés.



Reciba un saludo muy cordial.

Que amables estas personas que nunca he mirado, estas máquinas contestadoras, estos equipos de lectura. ¿Por qué en Barcelona?, bueno, le voy a ese equipo de fútbol, y… Ahí vivió Roberto Bolaño. Es decir, en México no conozco a nadie en esos trámites, y resulta que un periódico me la sugirió: Agencia Literaria Carmen Balcells.

Quizá todo sea como un juego, es decir, tomar las cosas con calma y visitar esas islas literarias como si no pasara nada, como si todo fuera así, como jugar.

Mandé Los perros, mi novela historia de amor prohibido, mi novela historia de una quinceañera y su festejo, mi novela más cercana al infierno veraniego de Mexicali. Esa novela fue aceptada por una editorial madrileña, con el demérito de pedirme una parte del costo de la edición, o bien, que comprara 100 libros a un precio que me parecían los ahorros que no he tenido en toda mi vida:

Hemos recibido ya las evaluaciones sobre su libro y son positivas, así que nos interesa  para Verbum por su originalidad, su tema y abordaje.



El único problema que ahora mismo tenemos es de fondos, ya que en los tiempos que corren las ventas han caído y para los próximos dos años nuestro plan de publicaciones está completo, con presupuesto cerrado.

Nunca he pagado porque me publiquen. Podría haberlo hecho, su distribución no era desdeñable, pero los costos eran exorbitantes, como los ojos de un gato asustado de muerte.

Siempre pensé que sólo pagaría por una edición de mi novela La vida por los ojos, porque se presta para una edición artesanal, pero ninguna editorial de ese estilo me ha respondido (La dïéresis, por ejemplo). Pero no es sólo difícil contactar a esas editoriales, por ejemplo, Sexto Piso, en su página en la Internet, sólo tiene enlaces para gente en otros países (al parecer, los mexicanos somos muy enfadosos, o muy malos escritores). Moho es como un búnker para los que estamos demasiado hundidos en el fango (hay que sobresalir lo suficiente para ser notados).

Lo que sea, estamos curados de espanto, y tenemos la gracia de una piel de roca después de tantos rechazos. Claro, a veces amanece uno con ganas de un premio literario, o una editorial que acepte nuestro trabajo; la ilusión anda en las ferias del libro, en las bibliotecas de otros países, en los lectores que escriben cartas, en las publicaciones que no se esperan.



Ahora que recuerdo, hace algunos años quise convencer a una persona para que me ayudara con esos trámites de buscar editoriales... Viviana Beltrán. Ella se asustó ante la posibilidad de enredarse entre tanta basura, y prefirió ser mi amiga... Hizo bien, lo otro era una quimera.

sábado, 4 de junio de 2016

En tiempo real... Cuando el fin nos alcance






¿Cómo escribía Perec, Proust, o Kafka? ¿Cómo avanzaba en sus obras Gabriel García Márquez, o Fernando del Paso? Ellos no tenían el recurso de la Internet para la investigación inmediata, para la duda en el instante.

Cuando comencé a escribir con cierta formalidad, vivía en la Ciudad de México, en la vecindad de la calle Río Lerma, y para escribir me acompañaba de un diccionario de sinónimos, mi pequeña biblioteca detrás de mi y mis revistas. Y navegaba. La investigación más profunda se hacía en las bibliotecas públicas (de la UNAM, en la Biblioteca de México, incluso en esa pequeña biblioteca en la San Rafael: Sor Juana Inés de la Cruz). Eran otros tiempos.

Ahora me cargo los libros importantes e, invariablemente, cada día me acomodo en el café, en donde hay una buena conexión. Y acabo de asistir, en tiempo real, a una boda en Barcelona, y a una peluquería en Osaka, en donde le cortaban el cabello a un niño; mantengo conversación con una chica de Laos (en Tailandés), y el Google Académico me manda avisos de cuando se publica un artículo que tiene que ver con migración de cloroplastos en fitoplancton. Sofisticado y encantador.

Pero aún me cargo los libros importantes, aquellos que son básicos en el proyecto en curso, y en la cajuela de mi carro tengo un pequeño archivero en donde tengo textos que necesito en papel.

A veces imagino que el fin del mundo comenzará con la caída de los sistemas de comunicación, y que será lento, en décadas, quizá un siglo, y que necesitaré de mis viejos textos. Ayer me encontré en las tiendas de segundas (artículos usados), un diccionario Alemán-Español, y ya está en mi librero. Lo cierto es que sigo escribiendo como me diría el Maestro Huberto Batis: tomando de aquí y de allá, haciendo un collage de imágenes que provienen del Tumblr o de la calle, de videos, o de recuerdos.

Los viejos escritores eran unos genios, yo soy un oportunista, una especie de cazador de retazos, un pepenador de vivencias ajenas y propias.

¿Cómo trabajan los escritores de la actualidad? Sé de algunos que tienen sus estudios en casa, que se encierran, que necesitan de silencio. Yo no puedo, necesito espacios abiertos y escuchar a Deborah de Luca o a Paula Cazenave, u “hojear” los periódicos del mundo… Eso si, sin nadie a mi lado.

Otra de mis manías es comprar libretas, libretas diferentes, de otros mundos, lo que al final puede ser útil.

Sin embargo, si el mundo terminara con la Red, se perdería mucho del pensamiento de la humanidad que hoy es para todos: nadie vería el video de Daido Moriyama y sus memorias de un perro, o aquel de Ensenada en 1978,  o el baile del Tao Tao en una boda en Tamaulipas, o aquel mercado en Maek Long, a un lado de las  las vías del tren en Tailandia (en donde me paseo a veces, cuando cierro los ojos).

La riqueza de todos los tiempos (documentados), al alcance de los ojos, de los oídos.

Lo que me consuela es que, si el fin del mundo es al contrario de lo que pienso, veloz, no tendré que lamentarme de lo que se perdió.

(la foto es de Daido Moriyama)