¿Cómo nos moldea el ambiente?
Los próximos días habrán temperaturas de más de
48 grados Celsius en Mexicali, y aquí pasarán de 30. Una considerable
diferencia en los números, y que sin embargo, perturbará nuestra vida.
Somos animales que se establecen en un amplio rango de temperaturas, gracias a la tecnología y a la misma disposición de nuestros cuerpos. Nuestra distribución es amplia. Pero, ¿cómo responde nuestro humor, por ejemplo, al calor, o nuestra sexualidad, o nuestra manera de entender la vida?
La gente de Mexicali me parece honesta,
franca, divertida; dicen la gente de los países nórdicos tienden a la
depresión; en Tabasco, con su calor intenso y húmedo, hablan de las
mujeres “tumba hombres”, eso quiere decir: ¿una disposición de los hombres a
ser “tumbados”?, o ¿qué las mujeres tienen una disposición especial para relacionarse con varones comprometidos?”; a veces se refieren a las mujeres como de “tierra caliente”, pero, en
todo caso, eso afecta de igual manera a los hombres (parece lógico, ¿es así?); la
gente de Ensenada (en términos generales, claro), me parece más encerrada en sí
misma, desconfiada; en el sur de Estados Unidos floreció el racismo, en el
norte se gestó la abolición de la esclavitud.
Debe haber tonelada de información
antropológica de cómo afecta el clima nuestra manera de concebir al mundo. La
ropa en lugares cálidos es ligera, y los ojos se acostumbran a las piernas, a
los brazos descubiertos, a los escotes; aquí me resulta imposible ir en
pantalón corto al trabajo: básicamente me lo prohíben. Enseñar los dedos con
guaraches es impensable.
Los niños crecen sin zapatos en lugares
cálidos, aprenden a andar descalzos, a cuidarse de los alacranes… Eso incide en
sus vidas adultas. Hay cierto desparpajo en la lucha contra los calores: un
entendimiento de que la manera de asustarlos es variada y transforma la
vestimenta. Sin embargo, en países desérticos, medio orientales, la ropa te
cubre todo el cuerpo: también en respuesta al cuidado ante el medio (y la
pérdida de líquidos).
Estar en la playa es andar en ropa interior
(bikini o bañador), sin problemas, pero a penas te mueves unos kilómetros al
norte (incluso al sur), y ya puede resultar escandaloso.
La desnudez no es igual para todos. Las
culturas africanas le tienen poca estima a la ropa, e infinidad de culturas prehíspanicas,
y de todo el mundo. Nosotros protegemos nuestras nalgas, nuestros aparatos
reproductivos (“aparatos”, con sus engranajes hormonales), con mucho cuidado;
muchos gringos, gringas, premian con una visión saltarina de sus senos a los
espectadores, o a quienes les regalan baratijas en Mardi Gras, en la Nueva
Orleans. ¿Todo ello es en función de los calores? No sería recomendable que lo
hicieran las mujeres y los hombres en Alaska, o en Groenlandia.
Y si enseñamos más de nuestro cuerpo,
¿eso se refleja en nuestra sexualidad? ¿Es más feliz quien se desnuda
completamente, es más pleno quien no se deja los calzones? En la tradición
judeocristiana enseñar no es bien visto, es decir, enseñan las prostitutas,
las mujerzuelas… No hay el término hombrezuelos, o prostitutos, ¿a qué se debe
esa omisión? El cuerpo es el templo de Dios, y hay que darle una santa
cobertura.
En la naturaleza domina brutalmente la
desnudez. Hay que ver a esos elefantes con sus enormes miembros colgando para
entender su felicidad sin censura.
Volviendo a los calores… Se sabe que
existe una correlación entre clima e iniciación de la pubertad, y eso, por
supuesto, cambia la manera de entender el mundo de los adolescentes, pero,
¿hasta dónde llega esa revolución física, hasta qué años? Y, ¿por qué se asocia
la flojera con las altas temperaturas? Los futbolistas brasileños, brillantes,
¿se topan con la naturaleza sus cuerpos moldeados al calor del trópico?
Bueno, más preguntas que respuestas, y
todo gracias a los 32 ºC que se esperan mañana en Ensenada.