miércoles, 16 de marzo de 2022

AUTOPUBLICACIÓN

 


A raíz de un diálogo en lo más banal de la red, Facebook, mira nada más, surgió una serie de cuestionamientos que me parecen relevantes en el acto ¿suicida? de la autopublicación. Antes debo aclarar ciertos aspectos, para contextualizar:

 

Uno: hace un año me parecía una locura la autoedición, “no ni madres”, me decía con el orgullo de haber sido publicado sin pagar, y a pesar de la pobrísima distribución de mis libros.

 

Dos: mi recorrido tocando puertas, usemos todos los lugares comunes posibles para acomodarnos en la desvergüenza, viene de lustros atrás; he buscado acomodo en pequeñas, medianas y grandes editoriales. El 80 % de las veces no responden, cuando lo hacen es común leer: “no estamos aceptando textos”, y poquísimas rechazan el texto con gallardía: “el texto no entra en ninguna de nuestras líneas editoriales”, o algo parecido.

 

Tres: cuando una editorial aceptó trabajar con mi última novela, cuando finalmente respondieron que “sí” (previo pago, que chiste), resolvió hacerlo sin su propio sello. En ese sentido debo quitarle sangre al asunto, puedo aceptar que mi trabajo es de mediana calidad, pero ese tipo de cosas prefiero que las afirmen los lectores y no quien que me cobra por publicar.

 

Cuatro: en acto de escribir y publicar, en la formación del escritor (antes lector), va el hecho inherente del reconocimiento de las debilidades y las fortalezas propias, así como el desdén creciente a la industria editorial que, efectivamente, no tiene que pensar más que en sus ingresos, pues de negocios se trata. Desdén, por cierto, como venganza por aquel que recibimos los escritores modestos, pero vaya que es un desprecio asimétrico.

 

Así se gesta el abrazo a la autoedición. Parece que decimos “a la chingada”, y nos ponemos cómodos en la zanja que está al lado de la autopista de los bien publicados. No es baladí. ¿Qué deseamos?, ¿el placer onanista de ver nuestro libro en papel?, ¿darnos a conocer? Ni siquiera menciono en la posibilidad de volvernos ricos, ja. Cada escritor tendrá sus motivaciones, lo que es innegable es que primariamente deseamos ser leídos.

 

A todo esto, he publicado recientemente dos novelas en Amazon, dos novelas premiadas que no se distribuyeron ni rogándole a Dios. ¿Qué opciones tenía? La otra era publicar en papel y hacer mi propia distribución, con lo que seguía a caballo. En serio, ¿han tomado en cuenta el tiempo que gastamos en enviar UN libro? No sé los demás aplaudidos escritores, pero a mi me resulta insufrible ir a las oficinas de correos (porque sale más barato), y perder una hora haciendo fila, sin hablar de los escasos ejemplares que nos regalan por ser pequeños triunfadores.

 

No es trivial, vaya que no. Autopublicarse es salirnos del camino, ¿cuál camino? El de los escritores despeinados, el de los escritores rebeldes, ¿o el de los triunfadores? Creo que deseamos, jodidos o bienaventurados, llegar a la gente, tanto así que pagamos por poner guapa a una novela, editarla pues, y subirla a pesar de que, efectivamente, no vamos a ganar dinero con ello. Pagar por la edición cuesta varios miles que no tenemos ni antes ni durante la Cuarta, pero está la posibilidad sí, mi apreciada Rosa Espinoza, de darnos a conocer. Para nada es trivial. ¿Qué sucedió con la integración de las pequeñas y medianas editoriales a Alfaguara y Planeta por ahí de los noventa? Se modificó la geografía literaria, las posibilidades de publicar cambiaron también, y de ahí la importancia de las editoriales independientes. Sin embargo, ¿quién accede a esas otras editoriales?, ¿quién se acerca a ellas?, ellas ¿a quién prefieren publicar? Creo que se convierte en un juego de supervivencia, y en esos juegos parece que se trata también de ganar a costa de lo que sea.

 

Puntualizando: no soy un escritor codiciado, tampoco codicioso (por cierto), y trato de hacer mi trabajo: escribir, sin distraerme demasiado. Si me he editado es porque no todos tenemos para pagar los gastos de la edición, porque en el oficio andamos, porque es complicado entenderse con los mecánicos, con los abogados, con los médicos y con algunos editores; porque nos hallamos con la idea de escribir, lo mejor posible técnicamente hablando, y porque planteamos nuestra visión modesta para contribuir, para tratar de descifrar la realidad y aportar, para cagarnos en la mediocridad de algunas propuestas que también pretenden convencernos de la propia validez de su idea de la vida, pero sobre todo para no dejar de hacer lo que nos gusta.

 

Creo que lo que pretendemos es establecer nuestro “espacio literario”, que es un territorio, un lenguaje y unas ideas que defendemos como perros ante cualquier editor, aunque muchas veces no tengamos la razón.

 

Por cierto, una de las dos novelas que subí a Amazon está libre para su distribución electrónica.