He mirado asombrado, con vergüenza, con
estupor, casos como el de la reportera en la colonia Condesa (Ciudad de
México), en la que un “gracioso”, le bajó la ropa interior. Ah que gracia, que
puntada, que… Que manera de dañar, de acosar, de corromper tu espacio personal…
¿Cuál fue la satisfacción del agresor?, ¿la risa, la carcajada, el segundo en
el que le vio las nalgas a la mujer? Un
segundo, tres, de placer personal destruyen la confianza de una persona, la
esperanza de un espacio en el que pueda vivir tranquila.
Eso sucede en México.
Pero es más complejo, a raíz de ese caso,
y de muchos otros (acosadores con teléfonos celulares, cantantes sin pizca de
educación, y peor, violadores y asesinos), las voces se levantan en contra de
una sociedad machista que ve con naturalidad la violencia en contra
de nuestras compañeras. La violencia no es necesariamente sangrienta, la
violencia es a veces tenue, imperceptible.
Esa es la probablemente la primera violencia que
aprendemos, la que no es descarada, la que nace en el hogar, al amparo de
nuestros padres. No es mi intención profundizar en este aspecto, que es
ampliamente conocido como la fuente del machismo, pero sí en algo que me causa
confusión.
Hay un sin número de imágenes de hombres
que acechan con los ojos a las mujeres, y que son usadas como el ejemplo de lo mal
hecho, de lo impropio o incluso de lo que es una agresión en contra de nuestras compañeras. Caso conocido, Leonardo DiCaprio mirando el trasero de Lady Gaga en la
entrega de los Globos de Oro. En el ámbito nacional me encuentro una de Manuel
Barlett mirándole los glúteos a una edecán… Y así podría irme.
¿Qué demonios pasa aquí? Honestamente, he
crecido mirando traseros, no sólo eso, también ojos, manos, rostros, pies,
senos. Negarlo sería deshonesto. Y con esto me vienen a la mente infinidad de
compañeros, amigos, amigas, que lo hicieron o lo hacen. No, no estoy diciendo
que sea malo o bueno, sólo que sucede. Mirar parece natural en el medio social,
y en el medio natural por cierto: biológicamente, la mirada (y el olfato), son
esenciales para la búsqueda de pareja, pero no me imagino el escándalo que
causaría que nos acercáramos a esos mismos traseros a olerlos (funciona más sutilmente en los humanos).
No me refiero a esas miradas que evidentemente
desnudan, sino más bien que “inspeccionan”. Una mirada puede ser grosera,
insultante, también lo entiendo.
Y no me parece una situación que sólo
involucre a los hombres, es común también en las mujeres. Circula en la red un
vídeo de una joven que evidentemente está fascinada con luchadores de la UFC, y
nadie dice que sea ofensiva. ¿Habría que censurarla?
Quizá sólo sea cuestión de la educación de
la mirada, de ¿observar el contexto, no sólo una parte de él? ¿Debo de pedirle disculpas
a todas las mujeres que he mirado? Alguna vez le dije a mi hermana que
tenía unos pechos lindos (disculpa, hermana), ella sonrió y me dijo
que eran herencia de mi madre. ¿Si digo que mi hermana tiene 18 o menos años
es diferente que si digo que tiene casi los 40? Es parte de las incongruencias
del sistema. Para hablar de los senos de mi hermana, tuve que mirarlos, con ropa (por supuesto, pero si hubiera sido sin ropa, ¿algo cambiaría?). ¿Me debo angustiar?
Para colmo, el sistema funciona para que
miremos: ¿qué simula el color en la mejillas de las compañeras mujeres, y los
labios rojos? ¿Qué función tienen los zapatos de tacón alto? NO, no llamar a la
agresión, eso es claro desde el principio del texto. NADA justifica la
violencia en contra de las mujeres, y aquí sólo trato de entender un gesto de
la posible violencia misma: mirar.
¿Qué tan distantes estamos del Mono
desnudo (de Desmond Morris)?
La publicidad es una perrada: con fines de mercadeo nos presenta a la
mujer-objeto para mirar. La televisión es una máquina de agresiones, y es el
objeto diseñado para ser observado por excelencia. ¿Es el silencio la buena
costumbre del mirón? Ante lo evidente, ¿debemos voltear a otro lado? La ofensa
está en una tenue frontera, y quizá sea preferible cerrar los ojos antes que
injuriar.
Y, ¿qué demonios pensar de Benedetti con
este poema?
Mi
táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
Me preocupa este mirón también, es decir,
en estos tiempos, cualquier par de ojos son el refugio de la maldad.