sábado, 16 de abril de 2016

Malos tiempos para los mirones






He mirado asombrado, con vergüenza, con estupor, casos como el de la reportera en la colonia Condesa (Ciudad de México), en la que un “gracioso”, le bajó la ropa interior. Ah que gracia, que puntada, que… Que manera de dañar, de acosar, de corromper tu espacio personal… ¿Cuál fue la satisfacción del agresor?, ¿la risa, la carcajada, el segundo en el que le vio las nalgas a la mujer? Un segundo, tres, de placer personal destruyen la confianza de una persona, la esperanza de un espacio en el que pueda vivir tranquila.

Eso sucede en México.

Pero es más complejo, a raíz de ese caso, y de muchos otros (acosadores con teléfonos celulares, cantantes sin pizca de educación, y peor, violadores y asesinos), las voces se levantan en contra de una sociedad machista que ve con naturalidad la violencia en contra de nuestras compañeras. La violencia no es necesariamente sangrienta, la violencia es a veces tenue, imperceptible.

Esa es la probablemente la primera violencia que aprendemos, la que no es descarada, la que nace en el hogar, al amparo de nuestros padres. No es mi intención profundizar en este aspecto, que es ampliamente conocido como la fuente del machismo, pero sí en algo que me causa confusión.

Hay un sin número de imágenes de hombres que acechan con los ojos a las mujeres, y que son usadas como el ejemplo de lo mal hecho, de lo impropio o incluso de lo que es una agresión en contra de nuestras compañeras. Caso conocido, Leonardo DiCaprio mirando el trasero de Lady Gaga en la entrega de los Globos de Oro. En el ámbito nacional me encuentro una de Manuel Barlett mirándole los glúteos a una edecán… Y así podría irme.

¿Qué demonios pasa aquí? Honestamente, he crecido mirando traseros, no sólo eso, también ojos, manos, rostros, pies, senos. Negarlo sería deshonesto. Y con esto me vienen a la mente infinidad de compañeros, amigos, amigas, que lo hicieron o lo hacen. No, no estoy diciendo que sea malo o bueno, sólo que sucede. Mirar parece natural en el medio social, y en el medio natural por cierto: biológicamente, la mirada (y el olfato), son esenciales para la búsqueda de pareja, pero no me imagino el escándalo que causaría que nos acercáramos a esos mismos traseros a olerlos (funciona más sutilmente en los humanos).

No me refiero a esas miradas que evidentemente desnudan, sino más bien que “inspeccionan”. Una mirada puede ser grosera, insultante, también lo entiendo.

Y no me parece una situación que sólo involucre a los hombres, es común también en las mujeres. Circula en la red un vídeo de una joven que evidentemente está fascinada con luchadores de la UFC, y nadie dice que sea ofensiva. ¿Habría que censurarla?



Quizá sólo sea cuestión de la educación de la mirada, de ¿observar el contexto, no sólo una parte de él? ¿Debo de pedirle disculpas a todas las mujeres que he mirado? Alguna vez le dije a mi hermana que tenía unos pechos lindos (disculpa, hermana), ella sonrió y me dijo que eran herencia de mi madre. ¿Si digo que mi hermana tiene 18 o menos años es diferente que si digo que tiene casi los 40? Es parte de las incongruencias del sistema. Para hablar de los senos de mi hermana,  tuve que mirarlos, con ropa (por supuesto, pero si hubiera sido sin ropa, ¿algo cambiaría?). ¿Me debo angustiar?

Para colmo, el sistema funciona para que miremos: ¿qué simula el color en la mejillas de las compañeras mujeres, y los labios rojos? ¿Qué función tienen los zapatos de tacón alto? NO, no llamar a la agresión, eso es claro desde el principio del texto. NADA justifica la violencia en contra de las mujeres, y aquí sólo trato de entender un gesto de la posible violencia misma: mirar.

¿Qué tan distantes estamos del Mono desnudo (de Desmond Morris)?

La publicidad es una perrada: con fines de mercadeo nos presenta a la mujer-objeto para mirar. La televisión es una máquina de agresiones, y es el objeto diseñado para ser observado por excelencia. ¿Es el silencio la buena costumbre del mirón? Ante lo evidente, ¿debemos voltear a otro lado? La ofensa está en una tenue frontera, y quizá sea preferible cerrar los ojos antes que injuriar.



  
Y, ¿qué demonios pensar de Benedetti con este poema?


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

Me preocupa este mirón también, es decir, en estos tiempos, cualquier par de ojos son el refugio de la maldad.