lunes, 29 de enero de 2018

Leonel Messi





Hay diferentes tipos de aficionados al futbol, resulta obvio; yo soy de los que no saben mucho, de los que no tienen esa facultad estudiada de leer en la cancha una “formación”, de los que no conoce a fondo la historia de los clubes famosos, ni siquiera la evolución del balompié mismo. Tampoco soy el futbolero de fin de semana, capaz de chutarse todos los partidos de la liga local (entiéndase, la mexicana), ni el que juega fut en la liga municipal y después se va a la casa, en el santo domingo, a ver el resumen de la jornada en Acción.

Soy un aficionado normal, que gusta del futbol europeo, y que ocasionalmente ve uno de sus juegos completos. Sin embargo, sé de las estadísticas básicas, y me entero de las ligas española, inglesa, italiana… Y también de cómo va el Cruz Azul, los Pumas, y por rechazo, el América.

Pero hay un personaje que definitivamente me parece extraordinario: Leonel Messi, y no me pongo payaso al momento de disfrutar su juego. Gambetea, burla, pasa, tira, mete goles sublimes. Entre los amigos diríamos “es un cabrón”.

Más de una vez he leído cosas como: “somos afortunados de mirar a Messi cada fin de semana”. Es cierto. No nos tocó Pelé y su magia, que no es tal si no podemos entendernos con ella en los términos de ésta época; no nos tocó completamente Maradona, no de tal manera que nos atrapara con su juego para entender por qué le llaman “histórico”, mucho menos a Di Stéfano, o Johan Cruyf, que conocemos mejor por su filosofía futbolística. Pero Messi es un “conocido”, el tipo que miramos crecer y debutar. En un estado de empatía extraordinaria, sufrimos cuando le duele fallar un penal, o nos alegramos con su felicidad por lograr lo que parece imposible.

Caray, que con Messi me siento como un fan, o lo más parecido.

No es lo mismo Bolaño, por ejemplo, que sufro o gozo de manera sosegada, íntima. Messi es como la conexión con una colectividad invisible pero totalmente exultante. Con Iniesta es un poco como con Messi, pero no es igual.

En los partidos del llano, en esos en donde se jugaban las piernas mis hermanos, había una sensación similar: el orgullo de la familia estaba ahí en la cancha. Messi es como el hermano que triunfa en el extranjero, el que se fue y nos enorgullece hasta el tuétano. Messi, es verdad, también es una ilusión, pero un ensueño que sabe sabroso, al mejor juego del año, a la final esperada por la afición, por la hinchada, por la grada, por el público que no tiene nada que perder, que no tiene que darle mucha vuelta a las cosas, que tiene la vida perdida, o la vida sin arreglar, pero qué importa.  

Lo que importa es ver jugar, ver ganar, y ver al mejor jugador de la historia, decimos los que no sabemos casi nada, y también los que saben mucho.