sábado, 11 de junio de 2016

Agentes literarios





Sólo una persona me ha dicho que necesito un agente literario. En mis rumbos nadie tiene uno de esos, ni sabemos cómo funcionan, pero suena a que hacen investigación de campo. Hoy contacté a una agencia en Barcelona que amablemente respondió:

Le damos las gracias por ofrecernos la oportunidad de conocer su obra, que leeremos con el mayor interés.



Reciba un saludo muy cordial.

Que amables estas personas que nunca he mirado, estas máquinas contestadoras, estos equipos de lectura. ¿Por qué en Barcelona?, bueno, le voy a ese equipo de fútbol, y… Ahí vivió Roberto Bolaño. Es decir, en México no conozco a nadie en esos trámites, y resulta que un periódico me la sugirió: Agencia Literaria Carmen Balcells.

Quizá todo sea como un juego, es decir, tomar las cosas con calma y visitar esas islas literarias como si no pasara nada, como si todo fuera así, como jugar.

Mandé Los perros, mi novela historia de amor prohibido, mi novela historia de una quinceañera y su festejo, mi novela más cercana al infierno veraniego de Mexicali. Esa novela fue aceptada por una editorial madrileña, con el demérito de pedirme una parte del costo de la edición, o bien, que comprara 100 libros a un precio que me parecían los ahorros que no he tenido en toda mi vida:

Hemos recibido ya las evaluaciones sobre su libro y son positivas, así que nos interesa  para Verbum por su originalidad, su tema y abordaje.



El único problema que ahora mismo tenemos es de fondos, ya que en los tiempos que corren las ventas han caído y para los próximos dos años nuestro plan de publicaciones está completo, con presupuesto cerrado.

Nunca he pagado porque me publiquen. Podría haberlo hecho, su distribución no era desdeñable, pero los costos eran exorbitantes, como los ojos de un gato asustado de muerte.

Siempre pensé que sólo pagaría por una edición de mi novela La vida por los ojos, porque se presta para una edición artesanal, pero ninguna editorial de ese estilo me ha respondido (La dïéresis, por ejemplo). Pero no es sólo difícil contactar a esas editoriales, por ejemplo, Sexto Piso, en su página en la Internet, sólo tiene enlaces para gente en otros países (al parecer, los mexicanos somos muy enfadosos, o muy malos escritores). Moho es como un búnker para los que estamos demasiado hundidos en el fango (hay que sobresalir lo suficiente para ser notados).

Lo que sea, estamos curados de espanto, y tenemos la gracia de una piel de roca después de tantos rechazos. Claro, a veces amanece uno con ganas de un premio literario, o una editorial que acepte nuestro trabajo; la ilusión anda en las ferias del libro, en las bibliotecas de otros países, en los lectores que escriben cartas, en las publicaciones que no se esperan.



Ahora que recuerdo, hace algunos años quise convencer a una persona para que me ayudara con esos trámites de buscar editoriales... Viviana Beltrán. Ella se asustó ante la posibilidad de enredarse entre tanta basura, y prefirió ser mi amiga... Hizo bien, lo otro era una quimera.

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