sábado, 7 de diciembre de 2013

Fin del mundo


Para mi, el verdadero fin del mundo fue cuando Guardiola dejó de ser entrenador del Barcelona, poco después del perder con el Real y quedar fuera de la Copa de Campeones. Nadie entiende eso. Todos esperábamos que el mundo se acabara escandalosamente, todos hablaban de eso. Películas, documentales. Parecía que nos queríamos hacer a la idea de que las cosas llegaban a su fin, o era una ilusión, no sé. Pero estaban equivocados, enfocaban mal los hechos. El fin del mundo, digo yo, es un montón de pequeños eventos que hacen la vida imposible. Quizá todo comenzó mucho antes, cuando “Bitter sweet symphony”, compuesta por Richard Ashcroft de The Verve, fue acreditada también a Jagger, de los Rollings. Eso fue una mamada. Pero cuando Guardiola dijo “no más”, eso si fue perder toda la esperanza de cosas mejores. Nadie lo entiende. Era como la lucha del bien y del mal, como el equilibrio que debería de prevalecer como un promedio de vivencias en la humanidad. Una mierda, digo. Todo se descompuso. Fue cuando abrí los ojos y entendí que no había justicia, que la mecánica de la existencia era una ostentosa máquina que funcionaba en todas direcciones, pero con cierta regularidad estadística, y que de tanto darle, había perdido el control, y había finalmente una tendencia. Ese fue el fin del mundo. Las calamidades, esas siempre han estado, pero las calamidades en los interiores de la multitud, eso, eso si fue una cabronada. Y nadie dijo nada, nadie alzó la voz: todo fue asimilado con con una digestión ridícula, y el fútbol fue sólo un deporte que había perdido su humanidad.

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