jueves, 21 de agosto de 2014

Vacaciones




No dejan de haber noticias desalentadoras, desde el otro extremo del mundo hasta aquí mismo, con el desenfreno privatizador del gobierno priista y la legendaria banda de los legisladores porfiristas. Qué tiempos aquellos que siguen siendo los mismos. Pero al final, la gamberra Secretaría de Educación no se salió con la suya, y se nos concedieron 4 semanas de receso que le vienen muy bien a mis enfermedades oportunistas y a mis lecturas de puro placer. Por si fuera poco, tuve para viajar, desasiéndome de un poco de lastre en ventas oportunísimas, y la Ciudad de mis bibliotecas está a un día.

En estos días de sopor, me duerno con el ventilador prendido para espantar los buenos pensamientos, y con Cabrera Infante para encallar los malos; me abrazo de las malas palabras y me hundo en el lodo de las divagaciones afroantillanas. Que placer tan completo el de leer al cubano, y más que otras veces, en otras guerras, los libros parecen escapes imposibles a la realidad pesada como edificio derrumbándose. La peor violencia literaria me parece soportable, no así la abrumadora estupidez de los gobiernos.

Leer desde el fin del mundo.

Todo parece tan claro como el paisaje abierto de Haití, sin vegetación; no hay obstáculos para entender que la transformación del medio resulta catastrófica. El Honda 94, allá afuera, me provoca risa al imaginarlo chatarra, los Premios Estatales, la presentación de mi libro en Hidalgo, el calendario escolar de los siguientes 20 años. ¿Qué vale ante la implacable locura de la destrucción masiva? Cuando nos enteramos de la muerte de los dinosaurios, fue una cosa de la selección natural, cuando miramos a los padres abrazando a sus hijos muertos y pasamos la hoja, es la saña que anida en nuestros huesos.

Anteayer me lamentaba en silencio, pero el optimismo latinoamericano es legendario. Podemos reír en circunstancias asombrosas. ¿Es el desdén, es el entendimiento con la miseria? Miraba bailar a unas niñas cubanas en sus barrios proletarios y me decía: “lo latinoamericano no se va a agotar, siempre habrá barrios, pobreza, segregación.. y la vida que florece ahí.”. Y pude haber llorado, pero me reí, porque la ignorancia se tiñe de alegría que a veces es fulminante, y casi nadie dice que NO a la algarabía, aunque se baile en la tierra que será nuestra tumba.

Las páginas de Tres tristes tigres están llenas de gente, un pedazo de humanidad se asoma en la novela de Cabrera Infante. Ahí hay un resumen personal entre luciérnagas y dolor, ente la bulla, los sones y el ron; una Cuba pre revolucionaria, pero sobre todo eso, gente en su tumba de papel, en sus ecos infinitos bajo el efecto de la lectura, el retrato de nosotros mismos con rostros muy morenos, de nuestra y su desventura repetida a la manera de la Invención de Morel.

Feliz verano entre el desenlace de los tiempos.

(Texto publicado en el suplemento Palabra del periódico El vigía
http://www.elvigia.net/palabra/2014/8/10/palabra-agosto-2014-166430.html)

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