viernes, 11 de julio de 2014

Reflexiones y enfermedades




Con los calores llegó también el cansancio del fin de año escolar, las enfermedades que aguardaban el momento en el que el cuerpo se vuelve más vulnerable. Mis ojos se cierran, todos los días ando con sueño, si tengo aquellos candados de energía de los que hablan mis maestros de yoga, los tengo cerrados a pesar de cualquier postura corporal. El ojo de mi frente está cegado, o al menos está irritado, como los otros dos.

Mis intestinos están en un estado lamentable, mi alergia se ha convertido en una plaga pulmonar, mi piel se avejenta o acuna a virus malvivientes. El flujo de las ideas es el flujo de mis gargajos.

Pero leo a Guillermo Cabrera Infante, y eso es motivo de algarabía mental.

Mi cartera, la nueva (la otra la perdí), sigue desangrándose. Pero ese debe ser considerado un mal menor. Todos en México sangramos por algo.

Los proyectos están en un estado de ingravidez que los hace flotar en el aire. Les faltan palabras. Cada día una frase, una idea, un arreglo mayor o menor a un párrafo. La lentitud, como el brinco de los senos en cámara lenta, como el pesado vuelo de un par de moscas ensartadas en un abrazo amoroso.

E ibuprofeno con butilhioscina, fexofenadina, mometasona y otras arañas.

Sin embargo, la reflexión del sentimiento latinoamericano, por eso del fútbol, las lágrimas, los suicidios. Un balón es para muchos cuestión de sí mismos, un complejo entramado emocional, una exquisita selección de frustración, de sentido de pertenencia, de nacionalismo, de ilusiones, de ceguera, de pérdida de la noción de lo importante, de la realidad... De amor en su versión más infiel, no correspondida, o bien: entre la colectividad. Un gol es la felicidad, un gol es la desolación, siete es lo impensable, uno el de la honra, otro el de la puntilla, uno más el de la confirmación, o el del gane, o el del empate, o el que da vida, o el que da muerte.

Yo le voy a un equipo que ya no existe, el que dejó recuerdos imborrables, el que perdió con dignidad, el que ganó casi siempre.

Me duele el colon, u otro requiebre intestinal. Me duele no dormir plenamente, me duele no coger todos los días, como loco, como amante loco.

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