jueves, 2 de octubre de 2014

Sin ropa




Hace algunos años me corrieron de un café, el motivo fue que la página que tenía abierta en mi computadora no le agradó al dueño. Era una página de Tumblr, en la que se mostraba al menos un cuerpo desnudo, ni más ni menos. Cualquier razonamiento que utilicé resultó inútil, y salí ofendido del lugar. Entre las palabras que utilizó aquel indigesto individuo estuvo “pornografía”, entre las que utilicé yo estuvieron “ignorante” y “amigdalitis”. En cualquier caso, mis argumentos no fueron ni convincentes ni válidos, más bien ingenuos y sentidos.

Lo he pensando, efectivamente se trataba de pornografía, y ese tipo la había descubierto de una ojeada. Por supuesto, no se necesita de mucha destreza descubrir lo impropio a partir de lo que no usa ni bragas ni sostén, y no utiliza rastrillo para descubrir ciertas partes. Pero no es tan sencillo, y usualmente me ayudan esos textos que me hablan al oído, me susurran marranadas y me dejan con una Sonrisa vertical en la cabeza.

Naief Yehya, en su Pornografía, define a la misma “como la representación o descripción explícita de los órganos y las prácticas sexuales, enfocadas a estimular los deseos eróticos del público”. Sin más lubricante, así de simple. Y casi cualquier encuerado o encuerada se tropieza con esta definición. Pero la complejidad, por supuesto, está entre los pliegues; citado en el mismo libro, Wagner agrega: “con la deliberada intensión de violar los tabús sociales y morales existentes”, lo que agrega un propósito bien firme.

Huberto Batis, en su ensayo Erotismo y pornografía (en Estética de lo obsceno), le pone jugo al asunto: “La pornografía, como la belleza, está por entero en los ojos del que la contempla”. Y entonces, como él bien dice, hay una relativización, y la apertura queda abierta a los criterios personales de la obscenidad. Aun mejor: “lo obsceno ni le quita ni le agrega cualidades artísticas a la obra; así como éstas tampoco pueden exculpar lo licencioso”, y nos acomodamos en el cuerpo entero del arte.

Por mi parte, no puedo entender la realidad con tanta ropa, me parece poco pudoroso vestir cada evento a nuestro alrededor para maquillarle las arrugas, las verrugas, para hacerlo inofensivo, sin virus. En cambio, ¿cuánta riqueza nos dan las imágenes de escenas que probablemente no veríamos jamás en el aburrimiento de la vida “normal”? Se me viene un flujo de recuerdos imborrables que nunca sucedieron.

Y por supuesto, la pornografía escrita deja todo a nuestra responsabilidad imaginativa, a nuestra lubricidad personal, a nuestras ilusiones y nuestras frustraciones.

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