Ya no le escribo a mis amigos. Escribo
para el mundo, para un mundo ciego.
Pero me tomo un capuchino que un amigo
me invitó.
El trabajo de corregir la traducción
de un libro llegó cuando más lo necesitaba. He visto 500 pesos pero
no he visto una línea del texto. Eso da un poco de miedo. El trabajo
me lo dio una amiga, a pesar de saber que algunos miembros de su
familia me detestan (cuestiones de viejos amores).
En estos magros tiempos, con 43 de los
nuestros que no aparecen, con la jodida encomienda de sobrevivir con
quincenas bien golpeadas, entre la incertidumbre y la desesperanza,
vamos andando con ese grupo de personas que amamos por cosas simples
y que se acomodan en nosotros, como si fuéramos muebles mullidos.
Probablemente no soy el lugar más cómodo para vivir. Ellos me
alimentan.
Pero constantemente caigo en los
rostros de los 43 compañeros que, cosa extraña, no están y están
más presentes que nunca en la vida.
Quizá sean, esos 43 jóvenes, unos
necios, quizá rían de cosas simples, quizá alguno de ellos me
rompería la nariz para ponerme en mi lugar... Es decir, ellos son
como nosotros. Mirar nuestros rostros es mirarlos a ellos. Uno de mis
hijos, uno que existe en mis intestinos, uno que golpea en las
paredes de mi cráneo, es normalista y está desaparecido. Otro es mi
hermano y detesto cuando habla como gritando, otro es un tipo que ríe
como si de risa se tratara la vida... Todos tienen cicatrices en la
piel, como nosotros, y probablemente el desencanto de enfrentar a un
sistema como este, como el que todos soportamos, y bastantes
alimentamos.
Hay una recompensa por quien dé
informes que conduzcan a su localización. Yo los he visto, cada día,
a cada instante me cruzo con ellos en la calle. Pero es una
recompensa sospechosa, casi como una burla, como un tentempié
mental, como una patada de mula, como... Esas cosas que hacen los
gobiernos.
Y la vida sigue, allá afuera un tipo
vestido para jugar fútbol, ¿normalista?, cruza la calle.
Pretendía hablar de los premios, de
los Premios, pero no tengo mucho ánimo. Espero la respuesta de dos,
de una solicitud de beca, pero también espero la respuesta de la
sociedad, de la autoridad, de la humanidad de cada quien, para
localizarnos, para encontrarnos, que estamos extraviados desde hace
semanas, décadas, siglos probablemente.
Somos 43, pero me da la impresión de
que somos más.
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