Hace algunos años me corrieron de un
café, el motivo fue que la página que tenía abierta en mi
computadora no le agradó al dueño. Era una página de Tumblr, en la
que se mostraba al menos un cuerpo desnudo, ni más ni menos.
Cualquier razonamiento que utilicé resultó inútil, y salí
ofendido del lugar. Entre las palabras que utilizó aquel indigesto
individuo estuvo “pornografía”, entre las que utilicé yo
estuvieron “ignorante” y “amigdalitis”. En cualquier caso,
mis argumentos no fueron ni convincentes ni válidos, más bien
ingenuos y sentidos.
Lo he pensando, efectivamente se
trataba de pornografía, y ese tipo la había descubierto de una
ojeada. Por supuesto, no se necesita de mucha destreza descubrir lo
impropio a partir de lo que no usa ni bragas ni sostén, y no utiliza
rastrillo para descubrir ciertas partes. Pero no es tan sencillo, y
usualmente me ayudan esos textos que me hablan al oído, me susurran
marranadas y me dejan con una Sonrisa vertical en la cabeza.
Naief Yehya, en su Pornografía, define
a la misma “como la representación o descripción explícita de
los órganos y las prácticas sexuales, enfocadas a estimular los
deseos eróticos del público”. Sin más lubricante, así de
simple. Y casi cualquier encuerado o encuerada se tropieza con esta
definición. Pero la complejidad, por supuesto, está entre los
pliegues; citado en el mismo libro, Wagner agrega: “con la
deliberada intensión de violar los tabús sociales y morales
existentes”, lo que agrega un propósito bien firme.
Huberto Batis, en su ensayo Erotismo y
pornografía (en Estética de lo obsceno), le pone jugo al asunto:
“La pornografía, como la belleza, está por entero en los ojos del
que la contempla”. Y entonces, como él bien dice, hay una
relativización, y la apertura queda abierta a los criterios
personales de la obscenidad. Aun mejor: “lo obsceno ni le quita ni
le agrega cualidades artísticas a la obra; así como éstas tampoco
pueden exculpar lo licencioso”, y nos acomodamos en el cuerpo
entero del arte.
Por mi parte, no puedo entender la
realidad con tanta ropa, me parece poco pudoroso vestir cada evento a
nuestro alrededor para maquillarle las arrugas, las verrugas, para
hacerlo inofensivo, sin virus. En cambio, ¿cuánta riqueza nos dan
las imágenes de escenas que probablemente no veríamos jamás en el
aburrimiento de la vida “normal”? Se me viene un flujo de
recuerdos imborrables que nunca sucedieron.
Y por supuesto, la pornografía escrita
deja todo a nuestra responsabilidad imaginativa, a nuestra lubricidad
personal, a nuestras ilusiones y nuestras frustraciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario