domingo, 24 de agosto de 2014

Verano en la Ciudad de México




Finalmente encontré En la Patagonía (Bruce Chatwin), en una versión económica de Anagrama (Quinteto). Así pasa con los libros en México, como si fueran artículos de segunda mano en los mercados de pulgas (aquí en Ensenada, Los globos, simple y llanamente): los encuentras cuando ya perdiste toda esperanza. Quizá fue en El sótano, curiosamente lo olvidé, pero caminaba por el centro de la Ciudad, con mi hijo en brazos y una multitud detrás y delante de mi.

***

Otro día, en la calle de Independencia, tuve miedo de morir, o de perder mi mochila, que es como una mutilación. En el baño de un café, al que llegué con extrema urgencia, estuve a punto del desmayo: una infección estomacal me tomó por sorpresa. Bastaron dos pares de pastillas de Loperamida, antibióticos recetados por un doctor que no quiso darme la mano cuando lo saludé, para terminar con mi hermano Horacio comiendo caldo de gallina, en Ayuntamiento. Después tomé el tranvía que se va por Lázaro Cárdenas y pasé por la deslucida Tlatelolco, que en otras épocas tuviera cierto brillo urbano.

***

A unos pasos de Alvaro Obregón, en la colonia Roma, Gabriel y yo decidimos hacer una pausa, precisamente frente a un gimnasio con grandes ventanas que daban a la calle. Dentro, un numeroso grupo de mujeres y algunos hombres bailaban mecánicamente. Nosotros, entrados en el cansancio de los cuarenta, nos acomodamos sin siquiera acordarlo: la imagen de esas mujeres sudorosas y agotadas, de los hombres con cierto aire afeminado, era cautivadora. Efectivamente, parecíamos unos mirones atentos a los bamboleos de la carne, pero quizá se trataba de otra cosa: de disfrutar el agotamiento ajeno, de la liviandad de la noche mientras otros se preocupaban por sus cuerpos más jóvenes.

Igual nos levantamos sin discutirlo, y peinamos las calles aledañas, fotografiando la herrería de las viejas casas, preguntando por postres, y esperando a la lluvia que nunca llegó.

Terminamos cenando tacos de Alvaro O.

***

El departamento de Gabriel está en Tacubaya, en el edificio Isabel (trazado por el arquitecto Juan Segura).

Hace un tiempo, festejando un fin de temporada de una puesta de Gabriel, lo recorrimos a la media noche hablando de sus virtudes espaciales. Ibamos David, una chica muy culta que atendía una tlapalería en calzada de Tlalpan, y yo. No recuerdo el nombre de esa mujer, pero entre los alcoholes y entre su encantadora charla, pasé una noche magnífica; le regalé casi como agradecimiento una de mis novelas, pero nunca tuve un comentario. Lo cierto es que habló del Art Decó, a propósito de la arquitectura del inmueble, e incluso del origen de la palabra tlapalería: de la voz náhuatl tlapalli, que significa "color".

Así es la Ciudad, la gente se pierde con facilidad, pero muchos recuerdos perduran y se reproducen con cada visita.

(texto publicado en el suplemento Palabra, del periódico El vigía: 
http://www.elvigia.net/palabra/2014/8/24/palabra-agosto-2014-168083.html)

No hay comentarios:

Publicar un comentario