No dejan de haber noticias
desalentadoras, desde el otro extremo del mundo hasta aquí mismo,
con el desenfreno privatizador del gobierno priista y la legendaria
banda de los legisladores porfiristas. Qué tiempos aquellos que
siguen siendo los mismos. Pero al final, la gamberra Secretaría de
Educación no se salió con la suya, y se nos concedieron 4 semanas
de receso que le vienen muy bien a mis enfermedades oportunistas y a
mis lecturas de puro placer. Por si fuera poco, tuve para viajar,
desasiéndome de un poco de lastre en ventas oportunísimas, y la
Ciudad de mis bibliotecas está a un día.
En estos días de sopor, me duerno con
el ventilador prendido para espantar los buenos pensamientos, y con
Cabrera Infante para encallar los malos; me abrazo de las malas
palabras y me hundo en el lodo de las divagaciones afroantillanas.
Que placer tan completo el de leer al cubano, y más que otras veces,
en otras guerras, los libros parecen escapes imposibles a la realidad
pesada como edificio derrumbándose. La peor violencia literaria me
parece soportable, no así la abrumadora estupidez de los gobiernos.
Leer desde el fin del mundo.
Todo parece tan claro como el paisaje
abierto de Haití, sin vegetación; no hay obstáculos para entender
que la transformación del medio resulta catastrófica. El Honda 94,
allá afuera, me provoca risa al imaginarlo chatarra, los Premios
Estatales, la presentación de mi libro en Hidalgo, el calendario
escolar de los siguientes 20 años. ¿Qué vale ante la implacable
locura de la destrucción masiva? Cuando nos enteramos de la muerte
de los dinosaurios, fue una cosa de la selección natural, cuando
miramos a los padres abrazando a sus hijos muertos y pasamos la hoja,
es la saña que anida en nuestros huesos.
Anteayer me lamentaba en silencio, pero
el optimismo latinoamericano es legendario. Podemos reír en
circunstancias asombrosas. ¿Es el desdén, es el entendimiento con
la miseria? Miraba bailar a unas niñas cubanas en sus barrios
proletarios y me decía: “lo latinoamericano no se va a agotar,
siempre habrá barrios, pobreza, segregación.. y la vida que florece
ahí.”. Y pude haber llorado, pero me reí, porque la ignorancia se
tiñe de alegría que a veces es fulminante, y casi nadie dice que NO
a la algarabía, aunque se baile en la tierra que será nuestra
tumba.
Las páginas de Tres tristes tigres
están llenas de gente, un pedazo de humanidad se asoma en la novela
de Cabrera Infante. Ahí hay un resumen personal entre luciérnagas y
dolor, ente la bulla, los sones y el ron; una Cuba pre
revolucionaria, pero sobre todo eso, gente en su tumba de papel, en
sus ecos infinitos bajo el efecto de la lectura, el retrato de
nosotros mismos con rostros muy morenos, de nuestra y su
desventura repetida a la manera de la Invención de Morel.
Feliz verano entre el desenlace de los
tiempos.
(Texto publicado en el suplemento Palabra del periódico El vigía
http://www.elvigia.net/palabra/2014/8/10/palabra-agosto-2014-166430.html)
http://www.elvigia.net/palabra/2014/8/10/palabra-agosto-2014-166430.html)
No hay comentarios:
Publicar un comentario