Lo de la comida de corazones humanos,
por parte de algunos narcotraficantes en México, me remite al mismo
México, pre hispánico, pero con otras connotaciones y en contextos
muy diferentes. Es más cercano al apocalipsis zombie que a los
rituales asociados con la fertilidad, el maíz o la lluvia. La
pobreza en la imaginación de esos hombres es descalabrante (palabra
que naturalmente no existe), pero no deja de ser terrorífica.
El fin de los tiempos es el principio
de los tiempos.
¿La historia de la crueldad es también
la historia de la estupidez?
Casi todas las frases escritas tienen
una fila de largos pensamientos. Quizá nadie entiende. Proyectos,
abandonos, frustraciones, lecturas, obsesiones, miedo. Todo en una
cabeza de tamaño normal.
También pienso en mis próximos 44
años, y en esas nuevas sensaciones de la madurez. Así debo de
llamar al blog: sentimientos de madurez (je, me cago de risa).
Volviendo a los comedores compulsivos
de corazones... Tampoco lo hacen por la energía del vencido, sino
como parte de un burdo lenguaje, el del miedo. La imagen romántica
del narcotraficante de buen corazón se diluye en charcos, qué digo
charcos, en lagunillas de sangre, mocos, y orina. Es decir,
probablemente la contradicción sea de origen: no hay bondad en la
maldad, no hay inteligencia en la irracionalidad.
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