Hay algo que me molesta en todo este lío
de Nicolás Alvarado y su artículo publicado en Milenio (y claro, su renuncia a
la dirección de TV UNAM). El artículo me pareció chocante, y otros mejores que
yo hicieron trizas sus argumentos (como el texto de Yuri Vargas en Círculo de
poesía). Pero, en verdad, ¿era para tanto? Es decir, ¿le debemos respeto
reverencial a todos los ídolos populares? Que fuera estúpido o no, que hiciera
alarde de conocimientos errados, que no tuviera una pizca de sensibilidad ante
el dolor de las multitudes no me parece algo extraño. Todos los días nuestros
políticos hacen algo semejante (y si no, nada más miren al señor presidente, con sus reuniones pomposas y absurdas).
Me parece que no era para
tanto, a pesar de que a mi sí me gustan (por
diositolindo) algunas canciones de Juanga (quizá varías, no me atrevo a decir muchas), que su sangriento sacrificio no era necesario. Ahora bien, no me refiero a
su salida de TV UNAM, que a todas luces me parece más que adecuada, pero no por
su texto en Milenio.
Yo creo que un derecho fundamental es el
de poder escribir, aunque lo hagamos mal, aunque no seamos finos, aunque seamos
petulantes o idiotas. Él tuvo una respuesta feroz a su artículo, hubo otros más
diestros, más ilustrados, que lo pusieron en su lugar. Está bien, a lo que
sigue, pero no desapareció a 43, ni tuvo una desastrosa administración
gobernando al país, ni… En TV UNAM hizo un desmadre, y despidió, dicen, a gente
con experiencia y al parecer bajo la regencia de otras empresas televisivas,
pero, ¿quién lo puso ahí, y por qué razón?
Es decir, su salida de TV UNAM debe
responder únicamente a sus actos en dicha institución, o a los actos que
afecten su reputación profesional, no sus ideas sobre una persona o un tema,
por más clasistas que parezcan, cuando no se sale de una postura que finalmente
está dando al público, para su lectura, su análisis y su crítica.
¿Se puede ser una mala persona y hacer trabajos sublimes? E insisto, no lo digo precisamente por él.
Si de algo adolecemos en México es de la
capacidad para autocriticarnos, y además, de la crítica bien fundamentada; la
crítica educada escasea. No digo que Nicolás hiciera una crítica adecuada y pertinente,
pero lo mejor que podemos hacer es responder adecuadamente y no
discriminatoriamente, como se dio en muchos medios, entre la grosería
desmesurada.
Por supuesto, otros defenderán su derecho
de mentarle la madre, y yo digo que… Pues que está bien, que chingue su madre,
pero no pasa nada: siempre me ha desagradado el drama.
(Quizá este texto me lleve a renunciar a mi trabajo después del desagrado que cause).
(Quizá este texto me lleve a renunciar a mi trabajo después del desagrado que cause).
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