domingo, 10 de junio de 2018

Escritores bajacalifornianos





No me sorprendió no aparecer entre los escritores bajacalifornianos, es obvio, no soy de Baja California, y lo mismo no he hecho méritos suficientes para aparecer en cualquier lista. Tampoco está el celebérrimo Daniel Salinas, regio curtido en Tijuana, ni Rael Salvador, escritor que además ha trabajado fuertemente en el activismo cultural y promoción de los escritores malaventurados… No está la mayoría de los escritores que conozco.

No hay muchos nombres, pero los hay de buena raza, pero no vamos a hablar de ellos, algunos que en paz descansen, que tienen bien labrada su fama, no necesariamente su lugar en la historia de los no olvidados. Vamos a hablar de los que pican piedra, los que hacen sus presentaciones aún con ilusión; los que viajan promocionando sus letras, los que toman cerveza con colegas de otros aires, los temerarios que decidieron publicar su propia obra y mirar al frente. Ahí está Ramiro Padilla (definitivamente ensenadense), héroe de los escritores desprotegidos, incansable y vividor, escritor de esos que se hacen querer a golpe de hoja; ni Juan José Luna, que es de mis preferidos (nayarita, por cierto, pero tijuanense por piel), con ese aire de soledad que le sienta tan bien a los escritores jóvenes.

Nadie que presuma cierta decencia desea estar en un directorio o diccionario, me parece, pero ¿qué significa estar, pertenecer a ese “selecto” grupo?, ¿es una mudanza de círculo del infierno? Jorge Valenzuela estaría en el noveno (el de los gigantes, según Dante), con sus textos marginales tratando de explicar las cosas bien simples de la vida. Juan José Luna estaría en la Laguna Estigia, con los tristes; Ramiro Padilla definitivamente con los Herejes.

No quiero pensarlo, pero mi lugar, por inclinación, estaría en el de los lujuriosos.

Mirar a mis compañeros desde la pasividad del que no presenta y no publica, y no estrecha lazos con los colegas, me da una visión muy clara de la lucha infernal que se da por sobresalir. Creo que Ramiro se ha vuelto cosmopolita y al menos incuba una felicidad llenadora, y creo que Juan José Luna debe sufrir otro poco para parir su mejor obra. Creo que Jorge, el más sencillo de nosotros, el más humilde también, el que menos ha viajado y... el que se despedaza cuando escribe y cuando vive, necesita solo de tiempo para mostrarnos lo que sus ojos van tragando, lo que va entendiendo, lo que va masticando y tragando como si fueran navajas de afeitar.

Y a diferencia de lo que dice Adán Echeverría en un texto pueril e insufrible (La literatura no es para débiles, en A los 4 vientos): “pónganse a escribir y dejen de hacer estupideces”, yo diría: primero hagan estupideces y luego escriban, y también agregaría: la literatura es incluso para los que escriben mal o los que no son leídos, o los que no son brillantes, ni siquiera disciplinados… La literatura es también para los cobardes, para los solitarios y los que no tenemos futuro. 

La literatura es para todos, pues, y casi ningún camino llega a la fama en cualquiera de sus versiones, pero todos los caminos son la vida misma (la vida misma que se extingue, por supuesto).